Daniel se sienta en el sillón, sube sus patotas, cruza las manos tras su cabecita, se recarga en mi panza y espeta: “So e consentio”. “Obvio, no”, le respondo, “los consiento igual a tu hermana y a ti”, digo mientras le hago piojito. “No cieto, yo so e consentio, bésame”. Obedezco sin chistar. Cierto es que lo mimo y lo beso más a él que a Goretti, pero todo tiene un porqué. Les cuento.

depresión posparto (que ya platicaré en otra ocasión con más calmita) y me costó mucho, mucho, muuuuucho trabajo entablar los lazos afectivos que suelen establecerse también en la lactancia ¡porque Gore no quiso el pecho! Así que de remate me sentía rechazada por mi hija, a eso hay que sumar que su carácter y el mío no pueden ser más contrarios y chocantes: yo soy súper encimosa y cariñosa, ella no. Yo me la agarraba a besos y ella se alejaba. Yo todo el tiempo soy de “te quiero mucho”, ella es de “ajá, sí, yo también”. Como toda relación madre-hija nuestras “peleas” son porque no obedece o porque me voltea los ojos o porque no levanta sus juguetes cuando le digo o porque me ha de contestar y ser ella la que gane. Lo normal, pues.

Daniel es un niño de un carácter muy dulce, más moldeable. Gore no: ella impone su voluntad y su punto de vista hasta que gana. Dany odia ver a la gente enojada y todo lo soluciona con besos. Gore el día que le nace dar besos es porque anda muy de buenas. Dany cada dos segundos me dice “te amo” y “besho, besho” con la boquita parada. A Gore hay que estarle rogando por un abrazo. Si Dany trae algo de comer, parte un pedacito y me lo entrega, es muy compartido con todos, siempre trae dos trastecitos para repartir las palomitas con su hermana y ama quedarse dormido abrazado a mí. Gore no: se puede acabar sus palomitas y seguirse con las de su hermano, nunca pide dulces para él y desde los cinco meses duerme sola en su propia cama.

Amorosa de otra manera

, es súper extrovertida, pero no está en ella ser empalagosa.    

Dany es más afín a mí: nos la pasamos beso y beso, no le fastidia que le jale los cachetes o que lo esté abrazando todo el tiempo. Por eso me dicen que él es mi consentido, pero no. A los dos los trato parejo, a la hora de la regañada a los dos les va igual y a la hora de consentir también: los dos pueden escoger una película (por turnos, obvio) y una vez le toca a uno elegir dónde comer y al otro a la próxima. Ambos tienen responsabilidades en la casa y nunca, nunca, NUNCA le digo a Goretti “atiende a tu hermano” porque eso (aparte de que me toca a mí) fomenta desde pequeños el machismo que no me gusta. Siempre es “Dany ayuda a tu hermana a recoger los peluches, tú los tiraste, tú los recoges”… él intenta “comprar” la ayuda de Gore con besos, sin saber que así no lo conseguirá. Pobre.

Incluso mi madre y mi hermana creen que Dany es mi favorito, pero no, sólo es el más “chiquión” y encimoso. En ese caso, yo misma podría decir que soy la consentida de mi señora madre porque de pequeña me la pasaba siempre con ella, nunca en la vida me quedaba en la casa de mi abuela (¡habíase visto!), todo el tiempo me la agarraba a besos y sufrí horrores el día que me casé y me fui de su casa. Actualmente no hay día que no le llame puntual, ni que no la vea a diario (de hecho, ya los domingos nos alucina, jajaja), la consiento llevándole cosas que sé que le gustan de comer o la invito a salir y sí, siento muuuuuy feo si no me da mi beso como debe ser o si la veo enferma.

Aún a mis casi 35 años reconozco que necesito el apapacho y beso de mi mami, que es a ella a la que recurro en busca de consejo y tomo siempre en cuenta su opinión incluso si se trata de elegir unas nuevas cortinas o algún tema fuerte (como mi divorcio, por ejemplo) todo porque soy exactamente igual que mi hijo, de ahí nuestra afinidad. Por otro lado, mi hermana, aunque ella sigue viviendo con mi mamá, es como Gore: seca, poco expresiva con sus sentimientos, pero bastante preocupona con su madre de otra forma. Pues nada, simplemente la historia se repite…   

#HistoriasDeUnaMamáReal

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