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La maldición del segundo hijo: esa en la que todo le toca de rebote

Pixabay

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Estoy sentada en el comedor viendo una foto de mi sobrina. La veo sonriente y le hallo parecido a Gore, de repente mi hija se acerca y me pregunta con genuina intriga: “Mami, ¿tú tienes fotos mías de bebé?”. “Uuuuuyyyy mi vida, tengo muuuuchas y en tooodas las poses que te puedas imaginar: dormida, despierta, en el baño, en la tina, con lagaña, sin lagaña, estornudando, con trencitas, recién levantada, riendo, llorando… en fin, tengo cientos y cientos”, le digo con una risita entre nostálgica y orgullosa. Entonces ella, con su hermosa carita medio tostada (por el dichoso viaje a ACAPULCO) y una gran sonrisa, me hace la pregunta del millón: “¿Y de Dany cuántas tienes?” TOOOOIIINNGGGG.

Cierto es que tengo muchas también pero no taaaaaantas como de ella. Entro en pánico. “Híjole, mi vida, no sé, pero seguro también tengo muchas”, miento por convivir con mi hija al tiempo que nerviosamente le cambio el tema. La seguí vistiendo para que se fuera a dormir y me quedé pensando en su pregunta. Me puse a ver la tele pero no dejaba de decirme que, en efecto, de Dany no tengo tantas fotos (¡y menos videos!).

Hoy llegué a la oficina y por pura curiosidad me metí al disco duro de mi compu, sólo para encontrar cinco carpetas con fotos de mi hija y dos de Dany. Creí que era un número respetable hasta que me di cuenta que en promedio las de Gore tenían de 230 a 270 fotos cada carpeta y entre las dos de Dany apenas si se juntan 320 fotos. Sobra decir que en la mayoría no está solito mi hijo, sino que sale con la hermana, con la tía, con el papá, con la abuela, (obvio conmigo) y sólo dos que tres sí sale como rey.

 

Hermanos

Foto: Pixabay

“Ella sí y él no”

Recorro cada foto (de las poquitas que hay) y me acuerdo perfecto de cada día, situación y qué estaba haciendo en ese momento: con su traje de ranita, con su suéter azul (eteeerno), tomando biberón. Compruebo con tristeza que no le tomé una por cada mes de vida, como sí lo hice con Gore. Descubro que con él no apliqué mis “técnicas” de mamá fotógrafa profesional: tengo unas hasta borrosas (y estoy segura que borré muchas tantas).

Hasta ahora (tres años después de que nació) me entra la culpa por no haber hecho con él lo mismo que con su hermana. Para ella sí hubo baby shower. A él sólo le fuimos a comprar un poco de ropita. Ella sí tuvo fotos de estudio a los 8 meses de edad. Él no. Ella estrenó biberones de una súper marca. Él no. Ella usó pañales ecológicos de tela (¡carítsimos!). Él no. Ella fue religiosamente cada mes al pediatra. Él ni lo conoce. Ella sí tuvo fiesta de 3 años con “la Elsa de la Frozen”, “payasio” y piñata. Él no… (¡aaahhh pero se lo llevaron a ACAPULCO! ¬¬’). Ella tuvo su propio corral y carriola. Él tuvo que reciclar y dormir en el portabebé por un mes. Para ella fue pensada la decoración de la habitación: rosa con morado y cenefa de hadas. Él duerme ahí de anexado en la misma cuna donde lo mismo hay osos y conejos con moños rosas que un Buzz Lightyear de tela.

Pero ¿a mi hijo le importa? ¡Obveeeeeo no! A él le da exactamente igual comer en la periquera de su hermana, no le interesa saber si el carrito lo usó antes Gore o si la pared es rosa porque él ya la “decoró” con crayola negra. Simplemente a Dany le pasó lo que les pasa a tooooodos los segundos hijos de este planeta: no los pelan como a los primogénitos porque ya no está ese factor de ser “el primero en todo”, es decir, la novedad. Gore fue la primera hija-nieta-sobrina en casa y toda la banda la fue a conocer al hospital casi casi al minuto de nacer, en cambio a Dany y a mí ni nos pelaron: nadie nos fue a ver al sanatorio (bueno, nacer UN DÍA antes del Día de las Madres influyó bastante) pero en el caso de Gore, al ser la primera hija, todo se traduce en miedos, sobreprotección y altas expectativas… cosa que no sucede con él.

Aunque pobre de mi peque, le tocó la maldición del segundo hijo, esa en la que todo te toca ya de rebote: la ropa, los juguetes, la cuna, la atención, las medicinas (porque hasta de esas ya sabes qué darle)… pero también esa es la ventaja de ser el segundo: a mí como mamá me agarró ya sin miedos, lo atendía mejor y sabía exactamente porqué lloraba. Me relajé bastante y lo disfruté mucho en su etapa de recién nacido. Con Gore no sucedió así: me la pasaba viendo si respiraba o si no se ahogaba. Con Dany fui lo que me hubiera gustado ser con ella.

Fuera de eso (y de que me arrepiento de haber tenido tanto miedo como mamá primeriza) no creo que, a la larga, le afecte a Dany saber que de pequeño no tuvo tantas fotos o tales o cuales fiestas… él es afortunado, al menos tiene 320 recuerdos, yo sólo UNA foto de cuando cumplí 8 meses… ¿mencioné que también soy la segunda hija? Sí… todo me tocó de rebote…

 

 

 

#HistoriasDeUnaMamáReal

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Aclaracion:

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