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Mis críos y su fino arte de llevarme la contraria

Niños traviesos

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Veo dormir a mis críos después de un día particularmente caótico y entro en crisis. Estar solita con ellos puede convertirse en toda una odisea, más cuando son chiquillos que todo entienden al revés. Ese es mi tema con ellos. Si a Dany le digo: “Bájate de ahí” o “No hagas eso”, por sus calzones lo hace. Gore, lo mismo. Incluso mi señora madre me ha dicho: “Es que con tus hijos no se puede”. Pueden ser lo más hermosos, inteligentes y comelones que quieran, pero obedientes, lo que se dice obedientes JAMÁS, ellos han de ganar. Pero lo de ayer ya fue el colmo. Les cuento.

Salimos en el coche de casa de la abuela y Dany se quita las chanclas y los calcetines (sí, ya sé: ¿chanclas con calcetines? Who cares!), agarra un calcetín, lo hace bolita y amenaza: “Lo vo a tiar por la ventana, mamá”. Lo veo por el retrovisor y le lanzo mi mirada amenazante con el consabido: “No-lo-a-vien-tes”. Él, a su vez, me echa su miradita de “¡¿Ah, cómo canijos no?!”, mientras calcula la distancia entre su manita y la ventanilla medio abajo. Vuelve a decir que lo lanzará. Le increpo a que no. Sabe que él tiene el poder. Entonces decido cambiar mi estrategia: “Ándale, pues, tíralo, córrele”. ¿Qué hizo el niño? ¡¡¡LO AVENTÓ!!!

Ni tardo ni perezoso cierra un ojito, mientras vuelve a hacer bolita el calcetín y ¡PUM!, que le atina: el pedacito de tela medio apestoso sale volando, aterriza en el asfalto de la avenida y un microbús le pasa por encima. Lo vuelvo a ver por el retrovisor y veo su carita de triunfo. Sí, ganó. Hizo lo que quiso. Obviamente exploté y lo regañé: “¿¿¿Por qué lo avieeeentaaaaas??? Te estoy diciendo que no y ahí vaaaaaas… hacen lo que se les da su gana, no me obedeces, ¿qué te paaaasa?”, digo fúrica, mientras mi pequeño retoño prepara la respuesta más lógica: “Sí ti hice caso, mamá, mi ijites qui lo tirara”.  Me quedo muda. Para eso sí me obedeció, pero ¿por qué si les digo que no, ni me pelan? Eso me desespera. Mucho.

Después de eso se quedó dormido. Llegamos a casa y lo acomodo en su cuna. A la hora y media se despierta y quiere que lo saque. Estaba ocupada haciendo la comida. Él insiste en que lo cargue. Le digo que me espere un momentito (¡se me quema el arroz, niño!) cuando escucho: PUUUUUM, el golpe seco de sus manitas en el piso. Sí, se trepó al barandal de la cuna, se quiso bajar, no le calculó y sueeeelo. “¡Pero te estoy diciendo que te espeeeeeres!”. No se lastimó, hasta eso. Cuando intentó bajar se le atoró un pie y medio cuerpo le quedó arriba y el otro en el piso, de ahí que escuchara las manitas golpear. Lo encontré medio colgando.

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“¡No puedo más! ¡Hagan lo que quieeeeran!”

Lo llevo a la sala con su hermana. Comienza a brincar en el sillón. “Siéeentateeeee”, le grito desde la cocina, “te vas a caer”. No me pela y sigue brincando. Voy hasta la sala y lo siento. Ni dos minutos y otra vez. Voy de nuevo y lo regaño. Tres minutos, TRES y ooootra vez a desobedecer. Llego con él y le digo: “Ok, va: trépate donde quieras y cáete”. Él, con toda la convicción del mundo, se deja caer sentado en el sillón, me mira y retador espeta: “No”. Así, rotundo. “¿Ahora no me vas a hacer caso?”, le digo molesta. “No”, repite mientras permanece sentado y comienza a ver la televisión en un acto de “ve, mamá, te estoy ignorando”.

Después de eso, lo llevé a mi recámara para ya bañarlos. Lo dejo en la cama y le explico “no te muevas porque te caes”, ¿qué hizo el niño? Asomarse cabeza abajo por la orilla de la cama, no pasaría de un golpe común y corriente si no fuera porque mi cama es inusualmente alta (les digo que casi, casi es litera sin camita abajo, jajaja), así que ahí voooy de nuevo con el “QUE TE VAAAS A CAAAEEEEEER”, mientras lo vuelvo a sentar a mitad de la cama. En eso llega Gore y le digo: “Hija, ¿en serio no entienden cuando les digo que no?”, ella me dice: “Sí, sí entendemos pero nos gusta llevarte la contraria”… ¿¿¿¡¡¡QUÉEEEEEE HAS DICHOOOOO!!!???

Sí, así sin más ni más me dijo en pocas palabras lo que nunca imaginé escuchar. Tiro por viaje es lo mismo: les digo “no” y ellos escuchan “sí”, ya no sé qué hacer, mi desespero va en aumento proporcionalmente a lo que ellos siguen en su plan de no obedecer. Me acuerdo que, en mis tiempos, mi madre solía decirnos: “Ya, pues, hagan lo que quieran” y en automático era hacer lo que ella decía. Así que, acordándome de aquello, opté por decirles lo contrario para que se estuvieran en paz y “obedecieran”.

Al momento de llevarlos a dormir, les dije: “Quédense despiertos, no se duerman, sigan jugando, quiero escucharlos”, con la esperanza de que cayeran redonditos con Morfeo. Pero, ¿adivinen quién se fue durmiendo HORA Y 23 MINUTOS después por estar jugando en la cuna? Justo: Daniel. Pues nada, ya comprobé que el “Me rindo, hagan lo que quieran” es darles permiso de hacer lo que les venga en gana. Si tienen algunas otras sugerencias, son bien recibidas… me rindo, no puedo más.

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