Confesiones de mamá: Mamás barco por placer

Tengo que confesar que soy una mamá barco, pero lo mayor que confieso es que hay cosas que hago porque la verdad me encantan a mí y no porque les gusten a ellos; como por ejemplo, quedarme acostada en su cama hasta que se duerme.

A ver, se supone que un niño bien educado debe aprender a meterse a su cama y dormirse solito. Pues en mi caso es todo lo contrario, sobre todo con Luis que aún es un chiquitín. Cada noche, cuando ya está listo para dormir, me meto a la cama con él y le leo un cuento. Hasta ahí muy normal, pero es que después apago la luz y me dice con una vocecita “Mami, ¿me haces cariñitos? Y ahí voy yo y le hago piojito en la espalda y en el pelo. Como si eso fuera poco, después de su masaje para dormirse, todavía me pide que me quede con el “mucho, mucho rato”, así que me acuesto y lo abrazo hasta que se quede dormido y hasta un poco más.

Pero todo esto no lo hago por consentirlo. La realidad es que lo hago porque a mí me encanta. Me fascina apapacharlo mientras se acurruca junto a mí, y la sensación de tenerlo entre mis brazos todo suavecito y estrujable, mientras él duerme, es una delicia.

Muchas veces se despierta en la noche y se va a mi cama, y obviamente nunca he hecho ni el más mínimo esfuerzo por regresarlo a la suya. Al contrario, le abro las cobijas, lo dejo que se meta a mi cama, lo abrazo y los disfruto muchísimo. Ya sé que está fatal, que lo estoy maleducando, pero es que me encanta y no lo puedo resistir. Bueno, una confesión aún mayor… he llegado al punto que alguna vez que llego tarde a mi casa y ya está dormido, entro por él a su cuarto, lo cargo y me lo llevo a dormir conmigo.

¿Está fatal lo que estoy haciendo? Escríbeme a sofiademama@gmail.com y dime la verdad.