Las mentiras (no tan piadosas) de las mamás

Por: Faby Hdz-Perez

he mentido enfrente de mis hijos y luego exijo que ellos no lo hagan. Soy la mamá más mala del mundo por no ponerles el ejemplo y después me admiro porque los cacho mintiéndome a mí que soy su madre y los conozco desde que los parí… ok, exagero: he dicho mentirijillas de vez en cuando y trato de no involucrar a mis peques, pero la semana pasada tuve que hacerlo en pro de que mi querida hija entrara a la escuela.

Lo peor es que involucré a mi Gore y ella también mintió… snif. El caso es que llegamos corriendo por la bendita descompostura del carro y rezando porque un alma caritativa dejara pasar a mi hija: había hecho primorosamente su tarea y una falta injustificada equivale a medio punto menos en su evaluación. No me justifico, pero por eso lo hice ¡para que no le restaran puntos!

i hija me miró y en automático dobló su bracito haciendo la actuación de su vida: “me duele mi brazo, maestra y no he ni desayunado” (¡mentirosaaaaaaaaa!), dijo poniendo los ojos de borrego a medio morir. “Es que debió tomarse la muestra en ayunas”, dije complementando la idea.


 

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las otras mamás pegaron el grito en el cielo y dos entraron con sus hijas a la fuerza.

Una de las que se quedaron afuera comenzaron a decir que enseñara el carnet de la cita de Gore, que dejara el comprobante, que por qué ella sí y los otros no, que todos coludos o todos rabones y no sé qué tanto más decían. Por momentos creí que la turba se me iría encima pero atinadamente me despedí del profesor, me di la vuelta y córrele al taxi que, dicho sea de paso, seguía esperándonos con todos nuestros cachivaches: la mochila de Dany, mi bolsa, mi lonchera, una bolsa con ropa para dejar con mi señora madre y varias cosas más. Claro, el doncito feliz porque el taxímetro seguía avanzando.  

 

Verdades a medias

“No debes mentir, mamá, eso no ta bien, yo no miento”. ¡Justo en la honestidad! ¿Qué le decía? Por primera vez me sentí exhibida y, sin minimizar, le dije “así es mi vida, no debemos mentir, ya no lo voy a hacer”. El taxista me miró por el retrovisor con cara de “aaayyy ajáaaaa” pero siguió en lo suyo.

 

Fui a dejar el coche y me puse a pensar: no hubiera tenido nada de malo que Gore no entrara a la escuela, salvo por lo de la reducción de puntos, el caso era no mentir de esa manera frente a mis hijos, mejor Dany a sus tres años y pico sabe que eso está mal, que yo ¡qué vergüenza! Cierto es que tampoco fue una historia súper elaborada, digamos que sólo adelante por unos cuantos días la verdadera cita de mi hija. Por la tarde, le expliqué a Gore que no había estado bien que yo mintiera y mucho menos haberla involucrado. A ella le dio exactamente lo mismo, me miro con cara de “no te preocupes, comprendo pequeña” y se fue a jugar.

 

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