Saltar al contenido principal | Saltar A búsqueda | Alto Contraste

El lado (no tan bonito) de ser mamá

El lado no tan bonito de ser mamá Foto: iStock

El lado no tan bonito de ser mamá Foto: iStock

De amiga a amiga, los tips más selectos directo en tu correo.

Al hacer click en Suscríbete elegirás el contenido que quieras recibir en tu correo y quedarás suscrito a nuestro boletín el cual podrás cancelar en cualquier momento; no olvides revisar tu carpeta de Spam.

Hace poco, una de mis mejores amigas tuvo a su primera hija. La conocí el domingo y la vi tan pequeñita y tan tierna que me acordé de cuando nacieron mis hijos. Ese olorcito a lechita y cremita, a ternura y bebé recién nacido es lo máximo en este mundo, peeeero no envidio nadita lo que está apenas descubriendo y que yo ya pasé (por última vez) hace poco más de 4 años. Si bien es cierto que los hijos son la alegría más grande del hogar, también son una serie de ajustes, cambios y sacrificios que ninguna mamá experimentada te dice.

Les contaré mi propia experiencia. Corría el año 2011 cuando supe que Gore venía en camino, su padre y yo no nos casamos-vivimos juntos hasta que cumplí OCHO MESES de embarazo, así que “jugamos a la casita” casi un mes antes de que la peque llegara. Algo bien chistoso: el día de mi boda, mi marido se fue a casa de su mamá y ya se plantó a venir a vivir a la mía hasta el miércoles siguiente, jajaja. Total que ese no es el punto, quienes me vieron embarazada no me dejarán mentir si les digo que yo era una bola con patas: subí 14 kilos pero, por mi estatura, parecía que había aumentado como 25, si no es que más. Comía con singular alegría y me la pasaba bomba, sin mareos ni ascos, manejaba todavía (aunque ya no cabía entre el asiento y el volante) y mi señora madre me consentía en todo.

Depresión

En el embarazo la temperatura corporal sube unos grados y es muy normal, pero parecía que yo tenía menopausia: sudaba a mares, me la pasaba echándome aire y ni siquiera aguantaba la sábana a la hora de dormir. Ahora a eso súmenle un marido chípil que quería que lo estuviera abrazando y yo con ganas de que se fuera a otro cuarto. Desde ahí comenzó la poca o nula comprensión de su parte, pero nadie me preparó para lo siguiente. ¿Alguna vez les mencioné que sufrí depresión posparto? Fue lo PEOR que he vivido, no se lo deseo a nadie y no entiendo cómo es que hasta ahora no es considerada una enfermedad incapacitante.  

El día que nació mi Gore, me dolía infernalmente la herida de la cesárea, me ardía todo y lloraba sin consuelo cuando recuperé la consciencia (fue anestesia general). Al día siguiente mi doctor me aplicó una inyección intravenosa que parecía quemarme las venas, fue tal el dolor que comencé a ver la clásica luz al final del túnel y estuve a punto del desmayo, sentí que me iba con San Pedro hasta que a lo lejos vi la carita redondita de mi bebé y sólo así reaccioné. No sé qué tanto tiempo pasó, pero supongo que me puse muuuuuy mal porque al reaccionar vi cómo lloraba mi señora madre y para que ella haga eso, entonces sí debió estar muy cañón.

Después, como toda buena mamá primeriza, todo me daba miedo: no la quería cargar porque pensaba que se iba a romper, no sabía qué hacer si lloraba y me daba terror que llegara la noche. Gore parecía relojito: comía exactamente cada tres horas (a veces cada dos) y muy pronto descubrí el problema de reflujo que tenía. Ya eran horas sin dormir porque entre que la niña comía, repetía, vomitaba y la cambiábamos se nos iba el sueño.

La depresión postparto es una enfermedad que puede ser incapacitante

Un poco de ayuda

He de decir que su papá se levantaba a calentarle la mamila y a atenderla, pero había noches que yo solita me levantaba a prepararle el biberón y a estar ahí cabeceando. Me daba mucho coraje verlo dormir, empecé a sentir una especie de envidia y lloraba cada que me levantaba. Secretamente lo empujaba o lo movía, unas veces como que “dejaba caer” la mamila a su lado y así reaccionaba. Otra tantas simplemente en la oscuridad veía la puerta abierta hacia la marquesina y pensaba: “si me aviento, nadie lo va a notar, este está todo dormidote”. Esos pensamientos rondaban cada vez mi cabeza y lloraba cada noche.

Así, pasaron los días y llegó el tan temido momento de volver al trabajo. Los 40 días se me habían pasado en lapsos de letargo y otros de rapidez. El día que dejamos a Gore en la guardería yo estaba convencida que a los 25 minutos nos iban a llamar para decirnos que se había ahogado por el reflujo, literalmente mi aún marido me sacó a rastras de la escuela y todo el camino manejé llorando. No me pude concentrar, mis jefas me hacían la vida de cuadritos por el solo hecho de haber tenido un bebé y me sentía la peor mamá del mundo por pensar en matarme en vez de pensar en mi hija y quererla mucho. Eso, señoras, eso es depresión.

Depresión Post Parto Foto: iStock

Tanto mi casi exmarido como yo llamamos a la maestra cada hora para saber cómo estaba Gore, hasta que nos dijeron: “si pasa algo les llamamos de inmediato”, o sea: “¡ya dejen de estar chin&#%&0!” El regreso a casa se me hizo eterno, llegué a ver a mi bebé y mi mamá todavía me la escondió atrás de la puerta de su recámara. Ahí lloré mucho más y mágicamente la depresión se fue, pero fueron los 41 días más espantosos de mi vida: no sentía esa conexión con mi hija, pensaba que nadie me hacía caso y que si yo me iba de este mundo cruel nadie me echaría de menos.

 

Después de comerme a besos a mi bebé y pedirle perdón, la vida siguió su curso natural como dicen los libros. Gore creció, pasaron meses de angustia con su reflujo, fue un tratamiento de vacunas larguísimo (más de 5 años) y hoy por fin estamos en el último frasco. Su pediatra, al verla, me dijo: “mira nada más, esta mujer está preciosa, ya pronto te voy a dar de alta, ya no necesitas de mí”. Lloré. Lloré por todo el camino que hemos recorrido, por lo que simboliza dejar atrás esa enfermedad y porque mi Gore es una niña muy sana. 

Sobra decir que ni se ahogó en la guardería ni mucho menos, su maestra la adora y viceversa (al grado de llamarle Mamá Elvia) y yo le agradezco con el alma que quiera muchísimo a mi niña y la considera como su propia hija. Mi felicidad se coronó con Dany, pero de él no pasé ningún tipo de depresión y todo ha sido muy distinto, pero eso se los contaré después: cómo ser mamá de un niño molón-berrinchudo-caprichoso-peromuyamoroso y no morir en el intento.

Sigue a la autora en Twitter: @fahrez10 

En Facebook: @fhdzperez

Busca todas las colaboraciones de Faby Hdz en http://www.melodijolola.com/faby-hdz-perez

Aclaracion:

El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, mas no la ideología de Melodijolola.com

Votar por este artículo 0 loves
   
 
Eliminando...