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Reflexiones de un niño: El privilegio de vivir en el campo

Reflexiones de un niño

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Llegamos a Zitácuaro, con muchos sobre avisos de familiares que nos recomendaban no hacer esa visita,  pero yo confié en mi sentido común y en lo que mis amigos que me habían invitado decían: todo está bien, con cautela todo fluye.

Desde que el autobús entró al estado de Michoacán se podían observar colores y percibir aromas que llenaban todo mi tanque de energía. Había mucha expectativa y lo que nos recibía parecía ser idílico, mientras tanto Rocco dormía recostado en mi regazo.

“Despierta, que ya llegamos”. Y al abrir los ojos, lo primero que vio fue un huerto lleno de guayabas y aguacates, su cuerpecito empezó a moverse emocionado, mientras yo me contagiaba.

Nos tocó caminar hacia el rancho en donde nos hospedaríamos. Rocco corría y decía: “mamá, mira, ¿qué es eso?”, pero el señor que, amablemente, nos acompañaba le respondió: “son guayabas y más guayabas”. Él corría como loquito y brincaba para alcanzarlas.

“Ten cuidado, no puedes cortarlas y comerlas, lamentablemente éstas de aquí están rociadas”, le dijo. “¿Qué es rociadas?”, preguntó él con cara de curioso. “Pues que tienen veneno”. Rocco presuroso contestó: “Qué gente tan loca, por qué pondrían veneno a las frutas y, sobre todo, a las guayabas, que son de mis favoritas.”

“Ésa es la entrada del rancho”, nos narraba el señor, y a lo lejos se veía un grupo de niños que esperaba nuestra llegada, ellos corrieron hacia nosotros. A medio camino, había arbustos de zarzamoras, Rocco gritó: “mira, mamá, no lo puedo creer, zarzamoras”, y preguntó, ¿éstas no tienen veneno?

Con la información recibida, Rocco en menos de dos minutos había hecho ya las famosas “migas” con los niños, ya se habían organizado y dividido en dos equipos, todos cortaban emocionados, entre espinas y risas, zarzamoras.

Al cabo de un rato con una canasta y una cubeta llena, ésa sería su aportación para la hora de la comida, el postre sería fruta fresca recién cortada.

Se llegó la hora de la comida y, más tarde, entre risas y orgullo, la hora del postre, que fue la de más regocijo para todos. Por la noche, Rocco me decía con mucho brillo en sus ojos: “Mamá, me siento un poco envidioso”. “¿Por qué? Porque estos niños, mis nuevos amigos, son privilegiados”. “Y ¿por qué lo piensas?”, le dije. “Pues, mira, juegan todo el tiempo entre los árboles y, además, pueden a la hora que quieran cortar sus frutas, que serán sus postres, y eso allá no lo puedo hacer”. Su reflexión me dejó desconcertada, pero contenta de poder brindarle estas experiencias para que valore lo que me parece prioritario que valore, como la naturaleza.

Continué mi conversación nocturna y le dije: “todos somos privilegiados de una u otra forma, Rocco, tú tienes experiencias de vida quizá distintas y el venir al campo y jugar entre árboles sin mirar el reloj es un gran regalo”. De repente, su vocecita adormilada me interrumpió: “son las mejores vacaciones de mi vida”.

El siguiente día de las vacaciones no fue la excepción. En aquella ocasión celebrábamos Pascua. Entre huevos y guayabas escondidas en el jardín, cuatro familias, que recién nos conocíamos, compartimos conversaciones enriquecedoras y respetuosas, mientras ellos jugaban y luego, con nuestros hijos, la  famosa búsqueda y en familia, sus gritos de emoción y carcajadas llenaban todo el paisaje. Cuando nos dimos cuenta, todos terminamos exhaustos descansando al pie de los árboles con los niños encaramados, ese momento fue para mí uno de los más disfrutables en complicidad de nuestros nuevos amigos.

Amo esa capacidad de los niños de unirlo todo.

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Aclaracion:

El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, mas no la ideología de Melodijolola.com

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