Las mentiras (no tan piadosas) de las mamás

Lo confieso: he mentido enfrente de mis hijos y luego exijo que ellos no lo hagan. Soy la mamá más mala del mundo por no ponerles el ejemplo y después me admiro porque los cacho mintiéndome a mí que soy su madre y los conozco desde que los parí… ok, exagero: he dicho mentirijillas de vez en cuando y trato de no involucrar a mis peques, pero la semana pasada tuve que hacerlo en pro de que mi querida hija entrara a la escuela.

¿Recuerdan que la semana pasada llegamos a las 08:02 de la mañana a la escuela y la puerta estaba cerrada? ¿Mencioné que eran 8-10 niños más los que no entraron, pero Gore sí? ¡Ah!, pues ahí les va cómo le hice: mentí. Simple y llanamente mentí. Lo peor es que involucré a mi Gore y ella también mintió… snif. El caso es que llegamos corriendo por la bendita descompostura del carro y rezando porque un alma caritativa dejara pasar a mi hija: había hecho primorosamente su tarea y una falta injustificada equivale a medio punto menos en su evaluación. No me justifico, pero por eso lo hice ¡para que no le restaran puntos!

Así que cuando llegamos y abrió el portón una de las maestras, esgrimí la única mentira que se me ocurrió: “Fuimos al IMSS a que le sacaran sangre, ya lo había hablado con el profesor Jorge”. Técnicamente no era mentira: sí le harían a Gore ese estudio PEEEERO hasta el martes siguiente. Mi hija me miró y en automático dobló su bracito haciendo la actuación de su vida: “me duele mi brazo, maestra y no he ni desayunado” (¡mentirosaaaaaaaaa!), dijo poniendo los ojos de borrego a medio morir. “Es que debió tomarse la muestra en ayunas”, dije complementando la idea.

La maestra me miró y no muy convencida fue a buscar al profesor Jorge. En cuanto salió me dijo: “¡Señora! ¿Era hoy lo de Goretti? ¡No hay problema! Que pase”, entonces de ahí me agarré para decirle: “Aaaahhh y también el próximo martes tiene que ir de nuevo, ¿no hay problema?” “No, para nada”, me responde al tiempo que toma a Gore y le dice “anda, ve al salón, ahorita voy, ¡ah!, y no muevas mucho tu bracito para que no te duela”. Mi güera siguió en su papel y hasta caminaba lento (si según le sacaron sangre, ¿cómo por qué arrastraba pierna? ¬¬’); lógicamente las otras mamás pegaron el grito en el cielo y dos entraron con sus hijas a la fuerza.

Una de las que se quedaron afuera comenzaron a decir que enseñara el carnet de la cita de Gore, que dejara el comprobante, que por qué ella sí y los otros no, que todos coludos o todos rabones y no sé qué tanto más decían. Por momentos creí que la turba se me iría encima pero atinadamente me despedí del profesor, me di la vuelta y córrele al taxi que, dicho sea de paso, seguía esperándonos con todos nuestros cachivaches: la mochila de Dany, mi bolsa, mi lonchera, una bolsa con ropa para dejar con mi señora madre y varias cosas más. Claro, el doncito feliz porque el taxímetro seguía avanzando.  

Verdades a medias

Subimos al taxi y Dany me dice: “A la Pau no li sacaron sangue, no fuimo a dotor, mamá”. Rayos. Toda la razón. “¿Les dijo que fue al doctor? ¡Esa nunca falla, señora!”, me dice en medio de una carcajada el doncito taxista. “Sí, tuve que mentir”, le respondo. Dany voltea y me dice: “No debes mentir, mamá, eso no ta bien, yo no miento”. ¡Justo en la honestidad! ¿Qué le decía? Por primera vez me sentí exhibida y, sin minimizar, le dije “así es mi vida, no debemos mentir, ya no lo voy a hacer”. El taxista me miró por el retrovisor con cara de “aaayyy ajáaaaa” pero siguió en lo suyo.

Llegamos a la escuela de Dany y lo primero que hizo cuando la maestra abrió la puerta ¡fue acusarme! “Mi mamá dijio que la Pau fue a dotor a sacar sangue, ¿verdad que la Pau no fue, mamá?” “Esteeee, no, no era hoy”, dije mientras sacaba la mochila de la cajuela y sonreía como tonta. La maestra no me dijo nada, pero Dany sentenció: “las mentiras son malas”. ¡Puuuummmmm! Nada más qué hacer. Sutilmente empujé a mi hijo dentro de la escuela, le di su beso y me fui. Estoy segura que la maestra ni en cuenta de mi cara de estupor.

Fui a dejar el coche y me puse a pensar: no hubiera tenido nada de malo que Gore no entrara a la escuela, salvo por lo de la reducción de puntos, el caso era no mentir de esa manera frente a mis hijos, mejor Dany a sus tres años y pico sabe que eso está mal, que yo ¡qué vergüenza! Cierto es que tampoco fue una historia súper elaborada, digamos que sólo adelante por unos cuantos días la verdadera cita de mi hija. Por la tarde, le expliqué a Gore que no había estado bien que yo mintiera y mucho menos haberla involucrado. A ella le dio exactamente lo mismo, me miro con cara de “no te preocupes, comprendo pequeña” y se fue a jugar.

El martes siguiente sí la llevé a sacarle sangre, ahora sí iba con el brazo doblado y llegué con papel en mano de la orden de los estudios de laboratorio. El profesor salió a recibir a Gore y cuando la vio comiéndose un bolillo le dijo: “¡Qué bueno que ahora sí desayunaste! Pásate, ahorita te alcanzo”. Le entregué el papel y hasta ese momento supo que nosotros vivimos a más de 20 minutos de distancia en coche. “¿Hasta allá viven, señora? Y mire que Gore es de las que siempre llegan puntuales, eso habla de que usted le fomenta el valor de la responsabilidad y el hábito de la puntualidad”. Sonreí tímidamente, le agradecí y me fui. Gracias que no mencionó honestidad… si supiera que mentí a lo descarado…

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