Yo no tuve un “royal baby”… #HistoriasDeUnaMamáReal

Duquesa de Cambridge (Kate, pa’ los cuates) al salir del hospital y confieso que la envidié. Sí, así. Verla enfundada en su impecable vestido rojo con cuello de encaje blanco (de pasada, firmado por Jenny Packman) y sus TACONES bajando con la gracia de su posición los cuatro dichosos escalones que dan a la salida del Ala Lindo del Hospital St. Mary de Londres, me transportaron de inmediato a cuando salí del Sanatorio San Martín de Porres en Neza después de que nació mi primera hija.

¡No pude estar más lejos del glamour! Pants dos tallas más grande, chamarra que apenas cerraba, envuelta como terrorista talibán con bufanda y gorra, la faja súper apretada, mis tenis apenas metidos y los tobillos cual elefante africano. Eso sin contar con que yo no podía cargar a mi saludable bebé de 3.100 kg (¡y la Kate con un chiquillo de casi 4 kilos en brazos!), caminaba toda encorvada por la bendita cesárea horizontal (¡en maaaal momento se me ocurrió pedirla así, yo ni bikini uso!) y me dolía hasta respirar nomás de intentar subirme al coche después de TRES DÍAS internada.

Lo de esta mujer es sobrenatural: 6 horas le bastaron para recordarnos a las simples plebeyas que una princesa no se puede dar el lujo de sentir los estragos del posparto. ¡Jamás! Una royal es así: lindísima para la cámara, pelatzo al vuelo, cero hinchazón y maquillaje impecable. ¿Salir con el paliacate en la cabeza? ¡Impensable! ¿Tener cara de dolor como si un camión te hubiera pasado encima? ¡En la viiiiida! ¿Dejarle saber al mundo entero que en tus 12-24 horas de labor de parto has querido matar más de una vez al doctor por no ponerte la Epidural? ¡Ni pensarlo! Creo que el 99.9% de las mamás “mortales” saben de lo que hablo: todo el mundo viendo al bebé, lo cargan lo miman y mientras una lidia con los estertores propios del puerperio, mención aparte merece el hecho de que el marido o la abuela van bien orgullosos con el pequeño retoño en brazos… ¿y la “flamante” nueva mamá? A-C-A-B-A-D-A.

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