Saltar al contenido principal | Saltar A búsqueda | Alto Contraste

Valorando a mamá

Hombre infeliz con trabajos domésticos, ropa que lavar y tender. Al fondo niños jugando. Foto: *iStock

Valorando a mamá Foto: *iStock

De amiga a amiga, los tips más selectos directo en tu correo.

Al hacer click en Suscríbete elegirás el contenido que quieras recibir en tu correo y quedarás suscrito a nuestro boletín el cual podrás cancelar en cualquier momento; no olvides revisar tu carpeta de Spam.

Las mamás hacemos de todo, no importando si estamos enfermas, con sueño, con hambre, súper cansadas después de trabajar o de estar haciendo el quehacer, el caso es que cuando algo nos pasa y se ve modificada la rutina que tenemos, es ahí cuando los demás nos valoran. Les platico. Hace un par de días tuve una contractura muscular severa y un dolor en las cervicales producto del estrés laboral, lo que me obligó a usar collarín por unos días.

El caso es que, precisamente por eso, no puedo manejar y el doctor me dijo que limitara mis actividades laborales, que hiciera ejercicio, que durmiera bien y que si hacía quehacer o le pagaba a alguien que me ayudara o de plano me ponía una faja para hacer mis labores domésticas. Ante este panorama mi aún marido ha estado pasando por los niños y por mí a casa de mi señora madre, los ha llevado a la escuela por las mañanas y se ha hecho cargo de ellos en las tardes.

Usualmente llega, los ayuda a hacer la tarea, los baña y los lleva a acostar, esa es la rutina de casi todos los días. Cuando por alguna u otra razón no puede ir en las tardes, yo me hago cargo de todo y así todos los días. Pero particularmente ayer me di cuenta que sí les hago falta. Llegué como 10 minutos antes a la casa y apenas me había puesto mis chanclas cómodamente cuando mis pequeños torbellinos entraron.

Al papá lo vi con una cara de cansancio que no podía con ella y los otros con la pila más recargada que nunca. Me saludaron y enseguida sacaron sus cuadernos para hacer su tarea, me puse a ayudarle a Gore y le indiqué a Dany lo que debía iluminar. En eso, Gore me dice que no habían cenado, pero que mi madre les había mandado de comer. Su papá se levantó a calentar la cena y mientras yo veía con Gore un recorrido virtual por el Museo de Antropología, comenzó a oler a quemado.

Volteé y vi que dos tacos dorados ya estaban muuuucho más que dorados, el espagueti estaba casi hirviendo luego de ponerle 4 minutos al horno (cuando con 45 segundos queda) y la sopa también hervía con alegría en la estufa. No le dije nada. Lo dejé que siguiera en lo suyo. Él acomodó la mesa, sirvió la cena de los niños y también me sirvió un plato a mí. Lo vi dar vueltas de aquí para allá en busca de las cucharas, los platos y los vasos, mientras echaba los tuppers sucios al fregadero.

En tanto, yo me dediqué a mis niños como cuando él lo hace si los papeles estuvieran invertidos: yo preparando la cena y él ayudando con la tarea. Después de pedirles que se lavaran las manos, ahí van mis chiquillos a comer. “Se te quemaron, papi”, le dice Dany. “Sólo un poquito”, le espeta mientras ocultaba con una cucharada de crema los estragos del fuego en la tortilla.

Mis niños comieron muy a gusto y llevaron sus platos al fregadero. Ahí le dije las palabras mágicas a mi casi exmarido: “Hoy toca lavar la ropa de los niños por los uniformes”. Sólo asentó con la cabeza y fue en pos del bote de la ropa sucia. Yo acabé de ayudar a Gore y revisé la tarea de Dany. Terminamos y vi cómo aquel estaba bien entrado en el lavadero (sin necesidad porque con una talladita queda y luego luego a la lavadora). Apilé los demás trastes y recogí el poquito tiradero que había. Gore y Dany estaban bien a gusto viendo la tele y yo me fui a poner mi pijama y a desmaquillarme.

Hombre infeliz con

¿Verdad que no es lo mismo?

Al paso de los minutos vi que ya casi iban a ser las 8:30 y nada que se iban a bañar. En eso, sale apresurado el papá y se los lleva volado al baño, sacó las pijamas, acomodó su cama y que los baña, en menos de 20 minutos ya estaban afuera escurriendo, pero limpios. Los vistió de volada y comenzó el eterno pleito de que ya dejen de jugar para que se puedan dormir. Para esto, la lavadora ya hacía el clásico sonidito para echarle el suavizante. No puedo cargar el botesote de suavizante, pero me apiadé y vacié un poquito para echarlo a la carga.

Aquel ni escuchó siquiera y siguió con los niños batallando. En un punto dado, ya los llevó a su cama, los arropó y yo fui a darles el besito de buenas noches, cuando Dany le dice: “Quédate aquí papi, abrázame hasta que me duerma”, en eso él le contesta rayando en el desespero: “No puedo, mi vida, tengo muchas cosas que hacer: debo tender la ropa y ya me tengo que ir”. Yo ni pío dije. Simplemente vi cómo se despidió, fue a destender la otra ropa, me la puso en un canasto y acabó de tender la única carga que era, que entre todos los uniformes no eran más de 12-15 piezas.

Acto seguido pasó de largo del fregadero y se fue. Ahí me dejó los pocos trastes sucios. Me quité mi collarín y los lavé. Dejé todo bien recogido y guardé la ropa limpia (sí, la misma del canasto) antes de sentarme a mis anchas en el sillón. Le agradezco mucho que se haga cargo de los niños, después de todo es su responsabilidad, pero (y OJO: SIN quitarle el mérito que se merece) no es lo mismo a que si estuviera yo sana. Esta vez sólo fue una carga mínima de ropa, no le tocó barrer, trapear, lavar baños, limpiar muebles, bajar la basura, guardar trastes, escombrar la casa, lavar el alterón de ropa que luego se va en tres cargas… no, todo eso me toca a mí… ¡ah!, y de cocinar mejor ni hablamos…

Sigue a la autora en Twitter: @fahrez10 

En Facebook: @fhdzperez

Busca todas las colaboraciones de Faby Hdz en http://www.melodijolola.com/faby-hdz-perez

Aclaracion:

El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, mas no la ideología de Melodijolola.com

Votar por este artículo 0 loves
   
 
Eliminando...