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Pedir ayuda es de valientes

Pedir ayuda es de valientes Foto: Pexels

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La pequeña sala nos da la bienvenida. El sofá grande tiene tres mullidos cojines que invitan a sentarse. Gore se acomoda a mi derecha y cruza sus manitas. Mira todo a su alrededor y se siente rara. No es la misma de siempre: algo pasa por su mente infantil, pero no me lo dice. En una de las paredes está un reloj, marcan las 11:36. Al otro lado un estante lleno de libros, juguetes didácticos y una pequeña grabadora. Al fondo luce enmarcado un título profesional y varios diplomas. A la entrada hay una pequeña ventanita que separa la diminuta sala de estar con la puerta principal. Me llama la atención que la ventana no tiene vidrios, sólo una ligera cortina, casi transparente.

Me siento y frente a mí queda un cuadro que reconozco de inmediato: La creación de las aves de Remedios Varo. Me da confianza el lugar, pero a Gore la noto cohibida. La figura adusta del hombre sentado frente a nosotros pudiera ser la razón por la que mi hija esté así. El hombre sonríe y le pregunta su nombre:

-“¿Cómo se llama, señorita?”, indaga mientras abre su cuaderno y toma apuntes.

-“Paula Goretti”, dice ella entrelazando sus dedos y poniéndose nerviosa mientras busca mi mirada en busca de aprobación.

-“Muy bien, Paula Goretti… ¿y por qué estás aquí?”, inquiere el hombre.

-“Porque… porque…”, voltea a mí en busca de respuesta y yo sólo la animo a que hable.

Gore rompe en llanto.

-“Porque me siento triste y no sé cómo controlarme”, dice al fin sollozando, mientras las lágrimas ruedan de sus grandes ojitos color miel.

El hombre me hace seña de que la consuele pero que no responda por ella.

-“Pero las emociones son muy normales y sentir tristeza es natural… aquí vamos a hablar de todo eso, ¿te parece bien?”, le dice mientras le entrega un tangram para que lo arme.

A Gore se le pasa por un momento el llanto y comienza a armar el tangram. El hombre sonríe, se echa hacia atrás en el sillón y dice:

-“A ver, comencemos por el principio: ¿quién es Paula Goretti? Descríbete…”

Así empezó la primera sesión con el psicólogo al que llevé a Gore la semana pasada. Me gustó el método, estuve presente en toda la hora y me gustó cómo se fue ganando la confianza de mi güera. Durante esa hora mi hija habló sin reparo ni adornos de lo que sucedía en casa, de cómo es su convivencia con su papá y su hermanito, de cómo se siente en la escuela, de lo que le gusta, de lo que quiere ser de grande…

Se vale pedir ayuda Foto: Pexels

Entrando en confianza

Vi cómo Gore le hablaba y le explicaba todo lo que el psicólogo le preguntaba. Poco a poco se fue desenvolviendo, pero no se abría por completo. Hablaron de todo un poco y a mí me explicó la manera en la que trabajaríamos para poder ayudarla. Haremos tareas en casa y actividades didácticas que le ayuden a canalizar sus sentimientos. Me dijo algo que no me sorprendió: Gore siente frustración, mucha. Pero lo que hay que indagar es exactamente porqué, ya que pueden ser varios factores: la ausencia de su papá, la llegada de su hermanito, luego la de su prima, que yo no esté todo el día con ella, el cambio de escuela… en fin, hay que buscar la causa exacta para poder trabajarlo.

Después de que salimos le pregunté a Gore cómo se sentía. “Bien, mamá, pero me da pena que escuches… creo que me vas a regañar”, me dice. Tiene razón: los niños se pueden cohibir con la presencia de sus padres, pero no la voy a dejar solita. Estaré en sus sesiones las veces que sean necesarias y estaré detrás de la pequeña ventanita cuando el psicólogo así me lo indique. “Esa es la finalidad de que la ventana no tenga vidrios: al niño le da la apariencia de privacidad y de que papá o mamá no están escuchando, pero no es así. Tú estarás escuchando todo, pero tu hija no te podrá ver, así me contará más de cómo se siente… no te preocupes, no será de inmediato, al menos unas 6 o 7 sesiones estarás aquí con ella”, me explicó cuando me dijo el método de trabajo.

Soy muy desconfiada y más tratándose de que mi hija esté a solas con alguien, pero creo que sí, el hecho de que yo no esté (aparentemente) puede hacer que ella hable mejor de lo que siente. Por lo pronto tenemos una tarea: ella escribir un diario de todo lo que hace y cómo la hace sentir eso y yo vigilar que lo haga, pero sin obligarla, es decir, que de ella le nazca hacerlo. Pero lo más importante: yo no puedo leer lo que escribe. Es el primer paso. Tener confianza la una en la otra.

Sólo le forré una pequeña libreta y se la lleva a la escuela. Hasta ahora no la he abierto, he cumplido a rajatabla esa orden y sé que sí escribe en ella porque Gore solita menciona que escribió lo que le pasó en la escuela. Hablar con un profesional le está ayudando bastante y a mí a saber cómo orientarle. Le expresé al psicólogo que sentí que me tardé en llevarla y me dijo: “nunca es tarde, jamás lo es… peor hubiera sido no darse cuenta que necesitan ayuda. Eso sí es terrible”. Tiene toda la razón. Ya dimos el primer paso, ahora a seguir con los demás…

Se vale pedir ayuda Foto: Pixabay
 

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Fotos: Pixabay/Pexels

 

Aclaracion:

El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, mas no la ideología de Melodijolola.com

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