“No soy un buen ejemplo, lo reconozco”

Por: Faby Hdz-Perez

ejemplo es más poderoso que las palabras y trato de conducirme con decoro, peeeero no siempre se puede y hay consecuencias. Les cuento. Hoy por la mañana veníamos en el coche y Gore me dice:

-“Oye mamá, ¿qué crees? Ayer Dany me dijo una grosería y yo me sentí muy mal”, explica mi güera.

-“¿Qué te dijo, mi vida?”, le pregunto mientras me peleo por meter la velocidad y avanzar.

-“Es que no quiero decirlo, ¿no me regañas?”, me dice porque sé perfecto que ella no dice malas palabras y es súper correcta.

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-“Es que ayer con mi abuelita se le fue la pelota, le dije que fuera por ella y me dijo que no, yo le dije que porqué no iba por ella y ¿qué crees que me dijo, mamá? ‘Ti vayie madries’, ¿verdad que eso está mal, mami?”, me dice Gore al tiempo que yo freno bruscamente.

vi por el espejo retrovisor la carita de Dany toda inocentita y sonriendo (como si fuera una gracia).

-“Óyeme, escuincle, ¡eso no se dice! ¿Qué te pasa? ¡No seas grosero! Primera y última vez que vuelvo a escuchar algo semejante, ¿entendiste?”, lo regañé mientras la culpa me carcomía por dentro.

¿Por qué culpa? Porque sé perfecto de dónde lo sacó: de mí. ¿Les he dicho que yo soy muy explosiva y mal hablada cuando me enojo? Ah, pues ahí está el resultado. Aclaro: a ellos jamás les hablo con groserías ni me dirijo a ellos así, sino que como en todo adulto ofuscado por varios factores se me sale de vez en vez una que otra palabrota. Lógicamente ellos están en la etapa de ser esponjitas que todo absorben, así que supe muy bien que ahí estaba el resultado de mis explosividades.

Continué manejando y al llegar a uno de los dos puentes por los que pasamos, se me pone enfrente una camioneta que iba como a 10 km/h y yo con el tiempo encima (como sieeeeempre). Le toqué el claxon para que se hiciera a un lado y el señor ni me peló. Intenté rebasarlo y nada. Total que al bajar el puente, sólo moví la cabeza de un lado a otro cuando mi hijo me dice:

-“Verdá qui es un menso, mami, no si quita”, mientras se asoma a ver la camioneta que cual tortuga pasa a su lado.

Ahí me cayó el veinte por completo: sí, yo soy la única culpable de que diga semejantes palabrotas. Su papá (lo reconozco) jamás dice groserías por muy enojado que esté, siempre dice “Chihuahua, caramba, caray” pero nunca una mala palabra frente a ellos. La única que queda soy yo y más cuando me hacen enojar o cuando manejo (¡es que hay cada geeeeente!)

Encarando el problema

lo que los niños dicen y hacen en la escuela o cualquier lugar al que van lo aprenden en su casa, así que ¿cómo hacer para que el niño ya no diga malas palabras? Sencillo: corrigiéndome yo.

La oportunidad se presentó cuando dejamos a Gore. Íbamos rumbo al cajero cuando un señor en mototaxi se nos atravesó. Frené bruscamente, él se me cerró tan feo que casi se voltea (con todo y sus pasajeros), así que estuve a dos de gritarle la sarta de improperios que me sé para estos casos, pero me acordé y sólo musité un “Fíiiiijese, señoooooor”, aguantándome el coraje y volteando a ver si mi hijo estaba bien.

Comprobado: los hijos siguen el ejemplo de uno. Así que me he hecho el propósito no sólo de contenerme cuando estén ellos, sino en todo momento, es decir, de no explotar a la primera y no expresarme con palabrotas, sé que es difícil, pero me preocupa que en un futuro (no muy lejano) me llamen de la escuela para decirme que mi hijo es un groserito de primera. Hablé con su maestra hoy y me dijo que no, que nunca lo ha escuchado decir algo malo, pero que, si sucede, me avisará de inmediato. Espero que nunca pase, ¡qué vergüenza tener que pasar por ese pinc&#3 oso! xD

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Fotos: PxHere

 

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