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Las tías también somos segundas mamás

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Son las 10:17 am del domingo 5 de noviembre. Mis críos y yo desayunamos felizmente. Bueno, ellos más feliz, yo intranquila. Miro el reloj y sigo inquieta. Por fin Dany se acaba sus hot cakes y sale disparado a los juegos del restaurante, mientras Goretti se queda conmigo en la mesa. “¿En qué piensas, mami? ¿Por qué quieres llorar?”, no aguanto su última pregunta y sólo la abrazo mientras una lágrima furtiva rueda por mi mejilla. Le doy un beso y la animo a que ella también se vaya a jugar. Tan linda mi güera obedece y se va.

Me guardé las ganas de decirle que estaba muy preocupada, que no había dormido nada (que de por sí no duermo) y que sólo estaba esperando una llamada. Pasó más de una hora. Yo haciéndome taruga con un café. Veo el reloj, las 11:19, nada. Reviso mis mensajes y pido la carta para seguir haciendo tiempo. “¿Pediré un pastelillo o un pozole?” Los nervios me están matando y quiero comer y comer. Por fin a las 11:58 llega la llamada. Es mi madre. “Ya nació”. Sólo dos palabras y por fin solté el llanto reprimido. Mi sobrina había llegado.

Ximena nació ese domingo al mismo tiempo que mi hijo devoraba con “mantiquillia” sus hot cakes y Gore daba cuenta de su club sándwich, sólo que al estar en un hospital público mi señora madre y mi tía tuvieron que esperar a que salieran a dar informes. Sentí una emoción totalmente indescriptible, ¡por fin había nacido mi bebé preciosa! Ahora yo estaba del otro lado del que le tocó a mi hermana 6 años atrás y que no comprendí hasta ese momento.

Cuando mi hermana supo que Gore venía en camino (siempre apostó a que era niña), noté en ella un cambio sutil: se preocupaba más porque comiera, me preguntaba cómo me sentía y me decía que me quería mucho cuando ella es cero expresiva (¡hasta en eso Gore se parece a ella!). Y ya que mi hija nació la adoró desde el primer momento (de hecho, ella es su madrina de bautizo) le compraba cositas, la cargaba, la arrullaba, la cuidaba como si fuera su propia hija y en su celular traía más fotos de ella que de sí misma. Fui testigo de ese amor por su sobrina que (para ser honesta) creí que yo jamás experimentaría.

En la familia somos varios primos y por supuesto que tengo sobrinos de algunos de ellos, pero a mi hermana (por ser de las mayores) ya no le teníamos fe a que tuviera un bebé, jajaja… por eso cuando supimos que mi Ximenita (Ximinena, como la bautizó Dany), venía en camino, la felicidad fue desbordante. Yo lloré cuando vi la prueba de embarazo, lloré cuando la vi en su primer ultrasonido, lloré cuando nos confirmaron que era niña y ooobviaaamente lloré cuando la conocí: era una copia de Goretti, güerita, roja y con su naricilla de bola. La diferencia es que de ella sí lloré, con mis hijos no: con Gore sentí pánico y dije: “¿De dónde te apagas?” y de Dany pensé: “¡Ahhh con que tú eras el latoso que no me dejaba comer!”, pero no lloré.

Ser tía es igual a ser su mami

Siempre supe que mi hermana quería muchísimo a mis hijos, pero no hasta qué punto, sólo lo entendí cuando llegó Ximena a mis brazos. Ella era el símbolo de la felicidad negada por casi 8 años, para ella estaba pensado su nombre desde el inicio de los tiempos, sus cuidados y el amor de mamá que Alma, mi hermana, había canalizado primero en Gore y luego en Dany. Ahora ella también tenía a su propia muñeca. Me ha tocado cuidarla unas cuantas ocasiones y no se me ha hecho pesado, al contrario, me imagino mi vida con tres chiquillos, jajaja (ok, ya no, gracias) pero no es muy distinto de ser mamá a ser tía: los amas y los adoras con todo el corazón.

Si a Dany le tocó una mamá relajada, Ximinena encontró una tía relajada y mega consentidora: la cargo, la beso, la disfruto y sí, sigo llorando cada que la veo en brazos de su mamá o cuando me “muerde” con sus dos dientitos inferiores. Sin una pizca de miedo, la he bañado, la he arrullado, le he dado de comer, me la he llevado a casa y la he cuidado tanto o más que a mis hijos cuando eran bebés. A mis críos les he enseñado a quererla como si fuera su hermanita menor y ella ha aprendido a hacerles travesuras de igual manera: trae un idilio con el cabello de Daniel y sus carcajadas se escuchan sonoras cuando ve a Goretti.

Son los tres primitos mejor llevados y los tres nietos más consentidos: Gore por ser la mayor y la primera en todo, Dany por ser el travieso y la novedad por su condición de varoncito entre las mujeres, y Xime por ser la peque, la benjamina, el pilón… yo a los tres los amo, los adoro y, al igual que sé que mis hijos estarían en las mejores manos con mi hermana, ella puede estar segura que doy mi vida por su hija, no sólo es mi sobrina: mi vida también es ella, soy su tía, soy su segunda mami…

 
 
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Aclaracion:

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