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Fábulas cortas para motivar a los niños a alcanzar sus sueños

Fábulas cortas para motivar a los niños a alcanzar sus sueños / Foto: iStock / AKARAKINGDOMS

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Los niños aman los cuentos para antes de dormir y el otro día una amiga me preguntó si conocía algunas fábulas cortas para no solo entretener a su hija, sino también para dejarle una enseñanza de vida.

Encontré varias fábulas clásicas que me gustaron mucho y las cuáles te quiero compartir para que se las leas a tus hijos.

En especifico se tratan de fábulas con moraleja que logran motivar a los niños a alcanzar sus sueños.

¿Te gusta la idea? Entonces toma nota y prepara una tarde o noche de fábulas con los pequeños de tu hogar, pero primero me gustaría definirte qué es una fábula.

 

¿Qué es una fábula?

Una fábula es un relato escrito en verso o prosa que principalmente deja una enseñanza, consejo o lección de vida a través de sus personajes principales, los cuáles suelen ser animales que cuentan con una personalidad y mentalidad humana, es decir, pueden tener los mismos "problemas y dilemas" que tienen las personas. 

Las fábulas siempre tienen una moraleja y fomentan los valores.

 

Fábulas cortas para motivar a los niños a alcanzar sus sueños

 

La comadreja y el granero

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Había una vez una comadreja muy hambrienta porque tenía varios días sin comer que logró meterse por un pequeño agujero dentro de un granero.

Allí se instaló por varios días. Se dedicó a comer un gran banquete.

Ya saciada, intentó salir del granero por el mismo hoyo por donde había llegado, pero se dio cuenta de que ya no cabía por ese orificio por tanto comer.

Una pequeña rata que rondaba por el granero le dijo:

-¿Crees que lograrás salir por ese pequeño agujero?

La comadreja respondió:

-Hace unos días por ese mismo agujero entré aquí.

-¡Claro!- dijo la ratita- cuando entraste morías de hambre y eras muy flaca, pero ahora estás saludable y gorda. Deja de comer y lograrás comer.

La comadreja dejó de comer y en unos días pudo volver a salir al bosque para encontrarse con sus amigos.

Moraleja: Hay que saber tener límites para lograr lo que te propongas y balancear tus prioridades, ya que la ambición muchas veces puede sobrepasarlos.

 

El perro, el gallo y el zorro

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Un perro y un gallo se pusieron de acuerdo para emprendere un viaje y abandonar la granja donde vivían.

Llegaron a un bosque y se les hizo de noche.

Encontraron un gran árbol y decidieron dormir ahí. El gallo durmió sobre las ramas y el perro se quedó recostado dentro del tronco.

Al otro día, por la mañana, el gallo cantó enérgicamente para anunciar la llegada de un nuevo día. Una zorra escuchó su canto y corrió a aquel árbol.

El zorro dio una calurosa bienvenida al gallo, pero éste era muy astuto y no confió en el zorro, ya que probablemente se lo quería comer.

En lugar de bajar, el gallo le dijo al zorro que se dirigiera al hueco del árbol, donde estaba el perro.

El zorro entró, pero nunca volvió a salir de ahí.

Moraleja: Si eres astuto, podrás identificar quienes son tus enemigos y pedir la ayuda de alguien más fuerte.

 

El león y el ratón

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Érase una vez un león que vivía tranquilamente en la selva.

Todas las tardes, después de comer, el león tomaba una larga siesta, pero un buen día, de pronto se apareció un pequeño ratoncito, quien se le subió encima y empezó a dar saltitos sobre su cabeza y a juguetear con su gran cola.

El león, que sintió el cosquilleo de las patitas del roedor, se despertó.

Colocó su pata sobre la cola del ratón y le dijo que sería su comida por molestarlo en su sueño.

– ¿Cómo te atreves a molestarme? – rugió el león enfadado – Soy el rey de los animales y a mí nadie me fastidia mientras descanso.

– ¡Lo siento, señor! Solo me estaba divirtiendo – dijo temeroso el ratoncito.

El ratón prometió ayudar al león cuando lo necesite siempre y cuando lo suelte y por eso lo liberó de su castigo.

Al otro día, el león cayó en una trampa de unos cazadores y se asustó mucho.

Atemorizado, empezó a pedir ayuda. Sus rugidos se oyeron a kilómetros a la redonda y llegaron a oídos del ratoncillo, que reconoció la voz del león. Sin dudarlo salió corriendo en su auxilio. Cuando llegó se encontró al león exhausto de tanto gritar.

– ¡Vengo a ayudarle, amigo! – le susurró.

– Ya te dije que alguien como tú, pequeño y débil, jamás podrá hacer algo por mí – respondió el león aprisionado y ya casi sin fuerzas.

– ¡No esté tan seguro! No se mueva que yo me encargo de todo.

El ratón afiló sus dientecillos con un palo y muy decidido, comenzó a roer la cuerda que le tenía inmovilizado. Tras un buen rato, la cuerda se rompió y león quedó libre.

– ¡Muchas gracias, ratón! – sonrió el león agradecido – Me has salvado la vida. Ahora entiendo que nadie es menos que nadie y que cuando uno se porta bien con los demás, tiene su recompensa.

Finalmente el león y el pequeño ratón se hicieron amigos y el rey de la selva dejó que el ratoncillo trepara sobre su lomo siempre que quisiera.

Moraleja: Todas las personas son inteligentes, importantes y cada una tiene características maravillosas. Nunca hagas menos a nadie por parecer débil o "pequeño" y si eres bueno con los demás, recibirás lo mismo.

 

La corneja fugitiva

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Un cazador pasó mucho tiempo intentando cazar una corneja hasta que lo logró y le amarró un hilo en una pata para evitar que se escapara.

El hombre llevó a la corneja como regalo a su hijo y aunque el niño la trataba bien, no se sentía libre y feliz, ya que también estaba encerrada en una jaula.

 Una tarde, la corneja aprovecho que nadie la vigilaba para salir por la ventana de la jaula y volar hacia el lugar en que estaba construido su nido.

Tan emocionada estaba por recobrar su libertad, que al posarse sobre su árbol, el hilo que colgaba de una de sus patas se enredó terriblemente en varias ramas. Al darse cuenta de la situación, comenzó a aletear con todas sus fuerzas, enredándose cada vez más. Prisionera en el lugar que tanto añoraba, dijo con resignación:

– ¡Que tonta he sido! Por culpa de querer vivir de nuevo en libertad, voy a terminar mis días en el árbol que me vio nacer.

Moraleja: A veces hay circunstancias en la vida que te tocan y si no tomas la decisión correcta en el momento correcto, es posible que no salga como lo esperabas. 

 

El león y el mosquito

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Estaba un día el grande y fiero león, considerado el rey de los animales, dormitando sobre la hierba seca de la sabana. Todo estaba tranquilo y sólo se oía de vez en cuando el canto de algunos pájaros o el gritito agudo de algún mono.

De repente, esa paz se rompió. Un mosquito se acercó al soñoliento león y comenzó a darle la tabarra.

– ¡Eh, tú! Todo el mundo dice que eres el rey de todo esto, pero yo no acabo de creérmelo  – dijo el mosquito provocando al gran felino.

– ¿Y para decirme eso te atreves a despertarme? – rugió el león – Si todos me consideran el rey,  por algo será  ¡Y ahora, vete de aquí!

– ¡No! – repitió el mosquito con chulería – ¡Yo soy mucho más fuerte que tú!

– ¡Te he dicho que no me molestes! – repitió el león empezando a enfadarse seriamente –  ¡No digas tonterías!

– ¿Tonterías? ¡Pues ahora verás que soy capaz de vencerte! – chilló el insecto con insolencia.

El león, estupefacto, vio cómo  el mosquito comenzaba a zumbar sobre él y a propinarle un picotazo tras otro. El pobre felino se vio sin escapatoria. Intentaba zafarse como podía y se revolvía sobre sí mismo para evitar los pinchazos, pero el mosquito era tan rápido que no le daba opción alguna. Al indefenso león le picaba tanto el cuerpo que se arañó con sus propias garras la cara y el pecho. Finalmente, se rindió.

– ¿Ves? ¡Soy más fuerte que tú! – se jactó el repelente mosquito.

Loco de alegría,  empezó a bailar delante del león y a hablarle de manera burlona.

– ¡Ja ja ja! ¡Te he ganado! ¿Qué pensarán los demás cuando sepan que un animalito tan pequeño como yo ha conseguido derrotarte? ¡Ja ja ja!

En uno de sus absurdos giros, tropezó con una tela de araña y, de repente,  se hizo el silencio. Cayó en la cuenta de que estaba atrapado sin posibilidad de salvarse y en décimas de segundo  se le bajaron los humos. Suspiró y dijo con amargura:

– Vaya, vaya, vaya… He vencido a un animal poderoso, pero al final, otro mucho más insignificante me ha vencido a mí.

Moraleja: Es bueno tener éxitos en la vida y hay que alegrarse por ellos, pero nunca es bueno ser arrogante o pensar que eres el mejor de todos. Siempre hay que tener humildad.

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