Saltar al contenido principal | Saltar A búsqueda | Alto Contraste

“Esa no es Goretti… ¿o sí?”

“Esa no es Goretti… ¿o sí?”

“Esa no es Goretti… ¿o sí?” Foto: iStock

De amiga a amiga, los tips más selectos directo en tu correo.

Al hacer click en Suscríbete elegirás el contenido que quieras recibir en tu correo y quedarás suscrito a nuestro boletín el cual podrás cancelar en cualquier momento; no olvides revisar tu carpeta de Spam.

Para comprender lo que en estos días me ha sucedido les daré primero un poco de contexto: han pasado poco más de dos años desde que me separé de mi casi exmarido. Lógicamente no ha sido fácil entender que no seríamos la familia que pensábamos hasta el final de los tiempos, pero fue lo mejor para estabilidad emocional de mis hijos… al menos eso creí hasta hace dos días. Les cuento. Por alguna extraña razón se me borró por completo que habría junta en el salón de Gore y no fui. Por la tarde el profesor mandó un mensaje de agradecimiento y por eso me acordé. He tenido mucho trabajo estos días y siento que no le veo fin, pero estoy pendiente de mis niños y sus clases. De remate, el mismo martes por la tarde me llama mi señora madre y me dice que Gore perdió el suéter.

Mágicamente desapareció de su silla y también le habían quitado su dinero (que luego encontró “casualmente” en la caja del confeti), por lo que la güera estaba llore y llore por su suéter a sabiendas de que la iba a regañar por el descuido. Mi mamá también lo fue a buscar y nada. Total que ayer me apersoné con el maestro para tratar los dos puntos de una vez: lo visto en la junta a la que no fui + tratar de encontrar el bendito suéter. Llegué con Dany (¡error!) y ahí empezó el caos: se salió del salón cuando las puertas de la entrada todavía estaban abiertas, andaba por el patio como Pedro por su casa y no me hacía caso, corría por doquier y si le hablaba me ignoraba olímpicamente.

Gore hacía lo propio: empezó a lucirse con una de sus amiguitas y corrían, salían, entraban e iban al baño. Todo en 10 minutos de espera a que el profesor acabara de atender a otra mamá. Expliqué mi olvido de la junta y me dijo a grandes rasgos lo que habían dicho mientras Gore y Dany se jaloneaban, la otra niña intentaba calmarlo, los demás niños gritaban y casi se trepaban a las ventanas. No podía yo hablar con el profesor porque mi querido hijito insistía en no obedecer y Gore igual.

El profesor me miraba con cara de “¿qué no los va a calmar?” Hablé lo más paciente que pude y le dije a Gore que se fuera a sentar y a Dany lo “calmé” en una silla, mientras les lanzaba una de esas miraditas asesinas que a las mamás nos sale tan bien. Vano esfuerzo. Mi hijo medio me dejó entender que debemos empezar con las tablas del 8 y del 9, además de lectura por tiempo cronometrado, cuando vi que Dany pegó la carrera para afuera; ahí va Gore en pos de él y con ella tres niñas más. No había control, pero era ocasionado por MIS hijos. Total que 20 minutos después, el profesor ya me había dado un suéter “de consolación” (by the way: de niño ¬¬’) y me disponía a irme cuando Dany empezó a hurgar en la caja de juguetes que tienen ahí. Sacó un Superman y se tranquilizó. Pero Gore seguía inquieta, así que le pregunté al profe si teníamos problemas con ella.

Ahí sucedió lo peor: el profesor comenzó a describirme a una Goretti que no conozco:

-“Sí señora, es que ha estado muy dispersa, es muy inteligente y aprende muy rápido, es educadísima, amable, generosa… vaya, una niña impecable, pero tiene arranques emocionales que me sorprenden: no le puedo decir que su tarea está mal porque se pone a llorar, si le llamo a atención igual, come cantidades industriales de chile en la fruta, les compra comida a sus amiguitas, pero ella misma no come porque su mejor amiga está a dieta controlada por su sobrepeso y se la pasa comiendo dulces… le pregunto qué tiene y me dice que extraña a su papá”, me explica con paciencia el profe mientras yo no doy crédito a lo que me dice.

No es que no le crea que extraña a su papá, eso lo sé de sobra. Lo que me sacó de onda fue saber todo lo demás. Por ejemplo, ella no come chile y toda su comida la hago sin picante, ¿entonces? Si yo le digo que su tarea está mal y que la vuelva a hacer no llora, sólo refunfuña, pero lo hace. En lo que sí le creí fue que si le llaman la atención llora. Justo ayer por la tarde les hizo un berrinche marca diablo a mi mamá y a mi hermana que estuvieron a punto de regalarla con el señor de la basura. Dany lo mismo: escupe, patea y pega si algo no le parece y se encaja con mi hermana. Sé perfecto el origen de todo y me siento absolutamente responsable de que hayamos llegado a esto.

El enojo en  los

Tomando cartas en el asunto

Desde que me separé, mi señora madre me sugirió que llevara a mis niños al psicólogo. Como buena hija que soy, tampoco le hice caso y dejé que pasara el tiempo. Creí que con que su padre los viera cuando él quisiera era suficiente, con poner el ejemplo de tratarlo con cordialidad, amabilidad y sin pelear sería bueno para que nos vieran tranquilos, con llamarlo por teléfono y que lo saludaran diario era mejor, con que se fueran con él los domingos a dar la vuelta era lo que necesitaban. Obvio no.

Ayer vi bajo otra perspectiva que no todos los niños son iguales y que necesitamos ayuda. Llegué de trabajar y hablé con Gore, no le grité, ni la regañé, decidí quemar mis naves y decirle que iríamos al psicólogo. Estalló en llanto. Me dijo que no quería, que no quería hablar con nadie, que me suplicaba que no y la histeria se apoderó de ella. Le expliqué con un ejemplo burdo el porqué debíamos ir a terapia: cuando tiene hambre ella, que no sabe cocinar, ¿con quién se acerca? Conmigo o con su abuela que son las que “sabemos” del tema. Lo mismo el psicólogo: él nos va a ayudar en lo que yo no puedo, orientarla y guiarla para que saque su frustración, su tristeza y canalice todo eso en algo positivo. Me escuchó y (no de muy buena gana) aceptó ir. Tenemos la cita para este sábado y debo admitir que tengo miedo.

Miedo de que esto se haya salido aún más de control, de que yo tampoco sea capaz de manejarlo, de que según yo ya sané y estoy súper bien con mi vida y que no sea así. Si yo no estoy bien, no puedo ofrecerles estabilidad a mis hijos. El primer paso es aceptar que necesitamos ayuda. No es preguntarse qué hacer, sino cómo lo puedo hacer para tener un resultado positivo. Quiero que mi hija empiece su terapia, aunque sé que debió ser hace dos años. Es muy pequeña aún para manejar una separación, un cambio de rutina y no ver a su papá en casa. Me tardé en dar ese paso, me tardé en decidir apoyar emocionalmente a mi hija, me tardé en darme cuenta que no son los tiempos de antes en que nos ponían regañizas, un chanclazo y hasta ahí, me tardé en ver que los berrinches, los dramas, los llantos y los gritos no son de a gratis… me tardé y mucho… pero aquí estoy para apoyarla y ser la mamá que ella merece… ahora sí estoy haciendo lo correcto… espero.

Psicóloga

Aclaracion:

El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, mas no la ideología de Melodijolola.com

Votar por este artículo 0 loves
   
 
Eliminando...