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Cuento breve de Ricitos de oro y los tres ositos

Cuento breve de Ricitos de oro y los tres ositos Foto: Pixabay

Cuento breve de Ricitos de oro y los tres ositos Foto: Pixabay

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Ricitos de Oro y los tres ositos, es un hermoso cuento breve que nos habla de una linda niña rubia que curiosa entra a la casa de los ositos. A través de este relato, y dependiendo de la perspectiva con la que lo abordes, puedes enseñar a tus hijos valores como el respeto a las cosas de los demás, o a la inversa la importancia de compartir.

Como sea, es una de las grandes obras literarias para niños de la humanidad. Aunque el cuento es una historia folclórica anónima escocesa, cobró fama en 1837 cuando el escritor Robert Southey la editó en forma de prosa.

Sin más preámbulo te dejo el cuento breve de…

Ricitos de oro y los tres ositos

Había una vez una hermosa casita en el bosque en la que vivían papá oso, que era grande y fuerte; mamá osa, que era dulce y redonda; y el pequeño bebé oso.

Todas las mañanas mamá osa preparaba con cariño el desayuno para los tres: Un gran plato de avena para papá oso, otro mediano para ella y uno pequeñito para el bebé oso. Antes de desayunar, la familia tenía por costumbre salir los tres juntos a dar un paseo por el bosque.

Los tres ositos salieron a dar un paseo. Foto: Wikimedia Commons

Un día, durante ese paseo, llegó una niña hasta la casa de los tres osos. Estaba recogiendo flores en el bosque pero se había adentrado más de la cuenta. De pronto vio el hogar de los tres ojos:

- “¡Pero qué casa tan bonita! ¿Quién vivirá en ella? Voy a echar un vistazo”, dijo

Era una niña rubia, con el pelo rizado como el oro, y a la que todos llamaban por eso Ricitos de Oro. Como no vio nadie en la casa y la puerta estaba abierta Ricitos decidió entrar.

Ricitos de oro entró a la casa de los ositos Foto: Pixabay

Lo primero que vio es que había tres sillones en el salón. Se sentó en el más grande de todos, el de papá oso, pero lo encontró muy duro y no le gustó. Luego se sentó en el mediano, el de mamá osa, pero le pareció demasiado blando; y después se sentó después en la mecedora del bebé oso. Era muy cómoda, pero no era de su tamaño, y como no tuvo cuidado,  la rompió.

Ricitos de oro en la mecedora de bebé oso Foto: Wikimedia Commons

Rápidamente salió de ahí y fue entonces cuando entró en la cocina y se encontró con los tres platos de avena.

- “¡Mmmm que bien huele!”

Decidió probar un poquito del más grande, el de papá oso. Pero estaba demasiado caliente y se quemó. Probó del mediano, el de mamá osa, pero lo encontró demasiado salado y tampoco le gustó. De modo que decidió probar el más pequeño de todos.

-“¡Qué rico! Está muy dulce, como a mí me gusta”.

Así que Ricitos de oro se comió todo el plato de avena entero. Cuando acabó le entró sueño y decidió dormir la siesta. En el piso de arriba encontró una habitación con tres camas. Trató de subirse a la más grande, pero no llegaba porque era la cama de papá oso. Probó entonces la cama de mamá osa, pero la encontró demasiado mullida así que acabó por acostarse en la cama de bebé oso, que era de su tamaño y allí se quedó plácidamente dormida.

Entonces llegaron los tres osos de su paseo y rápidamente se dieron cuenta de que alguien había entrado en su casa.

-“  ¡Alguien se ha sentado en mi sillón!” - gritó papá oso enfadado.

- “En el mío también” - dijo mamá osa con voz dulce”

Ricitos de oro y los tres osos- Y alguien ha roto mi mecedora - dijo bebé oso muy triste

Entraron en la cocina y vieron lo que había pasado con su desayuno.

-  “ ¡Alguien ha probado mi desayuno!” - gritó papá oso enfadado

- “ Parece que el mío también” - dijo mamá osa dijo mamá osa con voz dulce

- “ Y alguien se ha comido el mío. Todo” - dijo bebé oso llorando

 

Ricitos de oro y los tres ositos Foto: Wikimedia Commons

 

De repente el bebé oso miró hacia la habitación y descubrió a su invitada.

-“ ¡Miren! ¡Hay una niña en mi cama!”.

Justo en ese instante Ricitos de oro se despertó y al ver a los tres osos delante de ella saltó de la cama y echó a correr lo más rápido que pudieron sus pies hasta llegar a su casa, dejando atrás incluso sus zapatos.

Ricitos de oro salió corriendo Foto: Wikimedia commons

 

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