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Mamá por segunda vez

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Ser mamá sin duda ha sido la mejor experiencia de mi vida. Al igual que muchas de ustedes, he tenido la dicha de sentir el gozo de ser madre y dar vida por segunda vez.

En la primera vez se viven muchas emociones y sentimientos nuevos, que con el segundo adquieren un matiz distinto. Cada hijo tiene su emoción y expectativas particulares. Hay una magia indescriptible que se vive con cada bebé de forma distinta al conocerlo y abrazarlo junto a tu pecho, justo después de que nace.

Es impresionante ver la carita de nuestros bebés, conocerle y asombrarnos por lo maravillosa que es esta vida y Dios quien crea en nosotros algo tan perfecto.

Otro hijo es el doble de amor, el doble de ternura, abrazos y aunque no somos pulpos ni mujeres maravilla, creo que es Dios quien nos va dando justo lo que necesitamos con cada hijo. El amor necesario, paciencia, ayuda, mejor comunicación en pareja y aquello que era impensable tener. Dicen por ahí que cada hijo viene con una torta debajo del brazo; de igual manera creo que viene con un manojo de valores y virtudes para y con sus papás, para que podamos realizar de mejor forma nuestra gran labor.

Tengo que reconocer que pensé que sería más difícil, pero con el tiempo nos hemos acoplado muy bien como familia y, en parte, creo que es la actitud que como matrimonio hemos decidido conscientemente tener. Ser positivos y no enfocarnos tanto en lo complicado o los retos de ser padres, sino en todo lo bueno y positivo que nos trae y la felicidad que nuestros hijos han significado en nuestras vidas. 

Para tener esa lindurita de bebé hay que desvelarse, ¡pues se hace!; para recibir abrazos de mi gordito hay que cambiar pañales apestosos, ¡pues va y de buenas!, etc.  Es un ejercicio mental y constante que se hace día a día, un diálogo interno que para el segundo si lo practicaste desde antes, seguro ya te estará saliendo mejor. 

En la medida que aceptemos nuestra realidad como papás y mamás creo que seremos más felices, ¿qué no todo lo que vale la pena cuesta? Hay que ceder mucho y estar abiertos a los cambios que vengan, ahora no sólo con un hijo, sino con dos.  

Con otro hijo te haces mucho más práctica y nos volvemos una versión más relajada de nosotras mismas. Recuerdo haber bañado a mi primer bebé al mes de su nacimiento con… ¡agua de garrafón! Le cambiaba varias veces la ropita, cargaba mil cosas en la pañalera y por cualquier cosita quería visitar a mi pediatra. ¡Ahora con mi segunda, pobre!, se baña un día sí, dos no, y con agua de la llave, en mi pañalera cabe lo de los dos niños y hasta sobra espacio; esto sólo por nombrar un par de cosas. Creo más en mi intuición de madre y me siento más segura, pues con la experiencia tomas todo con más tranquilidad, sabiendo que incluso lo pesado se irá.

Sí, todo pasará y cuando menos pensemos nuestros bebés ya no serán más nuestros bebés. Así que a gozar de esta etapa, a relajarnos y aprender junto con ellos lo lindo de ser mamás una y otra vez.
 

Por: Lic. Paola Celis Sánchez
www.bebe2go.com

 

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