Ser niñas otra vez

Cada año que pasa siento que la madurez empieza a acercarse más y más a mí. Es normal, no siempre vamos a vivir en el mundo de fresa con chispas de chocolate blanco. Pero, ¿Por qué dejamos de ser niñas? ¿Por qué dejamos de tener la ilusión que deberíamos tener toda la vida? Este fin de semana estuvimos juntas todas (faltaba la que vive fuera), después de muchas salidas en las que hay compromisos por un lado, los hijos por otro, la cena con el marido; ¡por fin juntas!

Platicando nos dimos cuenta que, gracias a Dios, entre nosotras siempre ha existido esa “inocencia” y esa ideología de vivir la vida como niñas. De dejar de lado el sentido del ridículo que a veces un poco si que nos hace falta jajaja y ser como somos: reírnos a carcajadas, bailar como si nadie nos viera, hacer el tonto y emocionarnos por cosas simples.

Ser niña debe ser una actitud más que una edad. Dejar de fijarnos si después del 2, 3, ó 4 hay más números. Dejar de preocuparnos por el qué dirán si me ven divertirme, si me ven comer un algodón de azúcar gigante, si me embarro junto con mis amigas comiendo chocolate, o sí el fin hacemos una pijamada como esas que hacíamos y en las que éramos las más felices.

Me acuerdo de esos tiempos de pelis todo el día, de maratones completos de nuestra serie favorita, de pintarnos y explorar que color nos gustaba más, de disfrazarnos y disfrutar un paseo por el parque comiendo helado sin sentido. Por fortuna las mismas que estuvimos este fin de fiesta, somos las que estábamos de chiquitas en el cole o en el club. Así que si tienes la misma suerte que yo, piensa que debemos dejar de ver lo que quieren ver los demás, para ser lo que queremos ser de verdad, ¡seamos niñas otra vez!