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Cuetzalan: un paraíso en Puebla

Aventura en Cuetzalan

Aventura en Cuetzalan

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A unos cuantos kilómetros de la llegada a Cuetzalan se encuentra un letrero que dice “Nadie dijo que llegar al paraíso sería fácil” ; y como bien lo dice, no fue nada fácil llegar. Después de una hora de curvas y neblina finalmente llegamos al pequeño paraíso de la cultura mestiza e indígena.  

Abrimos las ventanas luego de una intensa sesión de aire acondicionado y…  respiramos. Después de varios días de contingencia en el D.F respirar la naturaleza fue la primera señal que estábamos de vacaciones.  Aunque el calor y humedad nos hicieron pensar que estábamos en Veracruz, al ver los paisajes y las montañas confirmamos que no nos habíamos perdido y estábamos en la Sierra Norte de Puebla.

Las nubes ocultaban Cuetzalan pero aun alcanzábamos a ver el empedrado de las calles, las casas de piedra y los techos de teja. ¡Estábamos en un pueblo mágico! Llegando, fuimos a cenar unos Tlacoyos que son las especialidad  de cualquier restaurante de Cuetzalan, y nos tomamos un licor que se llama Yolixpa, una bebida muy típica de la sierra de Puebla y considerada la bebida de los dioses. Nos esperaba una noche muy corta ya que la aventura iba a empezar muy temprano, el día siguiente, así que decidimos ir a nuestro hotel “Casa de Piedra” a descansar. 

El día siguiente Isidro, guía de Rutas Todo Cuetzalan, pasó por nosotros en una camioneta para llevarnos a la parte aventurera que tiene Cuetzalan: el río subterráneo  Chichikasapan. Habíamos ido a las grutas de Cacahuamilpa pero nada parecido a esto. El río está completamente obscuro y sólo te guías por la luz de la lámpara que tienes en la cabeza. Había partes donde teníamos que hacer pecho tierra y otras que apenas cabíamos entre las piedras. Escalamos, nadamos y hasta nos echamos un clavado a una poza; y todo esto en la obscuridad del río.

Después fuimos a la primera cascada que se llama El Salto, y lo padre es que tiene una cueva pequeña detrás de la cortina de agua, donde nos sentamos a admirar la naturaleza. La tercera cascada fue nuestra favorita, la de Las Golondrinas donde nos echamos clavados de 5 metros. De ahí fuimos a LA CUEVA CHIVOSTOC y para llegar tuvimos que caminar por unos caminos de maíz y piedras petrificadas increíbles. 

El domingo nos levantaron las ganas de un café, entonces fuimos a una finca cafetera, Reserva Azul. Nos explicaron todo el proceso y al final nos dieron una clase de degustación con un café orgánico delicioso y pan.  Regresamos a hacer un poco de compras en el mercado que se pone todos los domingos. Encontramos de todo, frutas, chiles, canela, miel y muchos antojitos, hasta gallinas vivas. También vimos a muchas indígenas que venden artesanías, canastas, huipiles, servilletas, manteles, joyas y casi todo hecho a mano.

Estábamos ya regresando al hotel cuando por suerte nos tocó ver a los Voladores de Cuetzalan haciendo sus danzas espirituales desde un palo de 40 mts de altura. Siempre es toda una experiencia poder admirar esta antigua tradición. 

Para terminar el viaje, fuimos a Yohualichan, unas pirámides parecidas a la del Tajín. Nos dijeron que esta zona arqueológica fue uno de los centros ceremoniales de la cultura totonaca, y es muy importante ya que ahí se encuentra el juego de pelota más grande de Mesoamérica. 

Al final del viaje alguien preguntó qué significaba Cuetzalan y unos respondieron que “Ciudad de Pájaros”, pero en nuestra experiencia es la ciudad que juega a las escondidillas, siempre escondiendo su encanto entre la neblina.

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