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La hermosa y virgen Chacahua

Chacahua Walking México

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Road Trip por el mágico Oaxaca ya estaba por concluir, pero la esperanza de encontrar kilometrajes de arenas solitarias aún brillaba.

Las islas vírgenes con las cuales soñamos, alimentadas por historias y películas que vemos desde pequeños, parecen haber pasado al plano de la fantasía.  Es una tristeza pensar que ya no existen aquellas playas infinitas bordeadas por mares limpios que te alejan de la civilización y liberan de sus cadenas modernas. Recorriendo las costas parecía que nunca la encontraríamos, hasta que llego; nunca hubiéramos pensado que un día más de viaje nos llevaría a encontrarnos con  la hermosa y virgen Chacahua.

La carretera federal 200, que atraviesa el estado de Oaxaca, nos guio a la desviación hacia la terracería, las llantas de nuestra cuatro por cuatro comenzaron a levantar tierra dejando atrás un letrero de madera en forma de flecha que leía “Parque Nacional Lagunas de Chacahua”. “¡¿Lagunas?!” – Exclamo una de las viajeras – “Será que aún no encontraremos las playas vírgenes…”.

Nuestra trayectoria continuó, las cabezas de los viajeros rodaron hacia la ventana más cercana ignorando aquel comentario que resguardaba la verdad la cual todos temíamos. El camino pronto nos hipnotizo, la belleza de la selva venció la preocupación de no haber conquistado nuestro sueño de niños y la emoción de llegar al lugar que nos esperaba se contagio entre las filas de viajeros. No sabíamos que nos esperaba, pero el camino nos prometía divinidad.

La noche cayó pero el camino aun se extendía frente a nosotros.  Los arboles verdes que antes nos rodeaban se transformaron en sombras que nos protegían desde las orillas del pasaje. El cielo que se extendía sobre nosotros se relleno de estrellas, el reflejo de la luna llena guiando nuestro camino. Unos kilómetros más nos llevaron a encontrarnos con un pueblo de adobo, construido sobre la misma tierra que se nos colaba entre los dedos de los pies.  Doña. Hilde, mujer afro mexicana de 85 años, fue quien nos recibió. Habíamos llegado a las lagunas de Chacahua.

Fue Doña Hilde quien nos regreso nuestro sueño que habíamos dado por perdido. Cruzando las lagunas que limitan su pueblo estaban las playas vírgenes de la reserva.

“Allí brincando estas aguas”- nos dijo cuando preguntamos- “allí están las arenas… y los mares también. Esos vienen a juntarse hasta acá con nuestros lagos”.  La luna colgaba directamente encima de nosotros;  la noche apenas comenzaba. “Iren… mis chavos los pueden levantar hasta allá, namas que suelten las barcas”.

La noche no pintaba negra, iluminada por los cosmos celestiales, mientras motor de la panga se esforzaba por empujarnos por encima de las lagunas. Las corrientes casí no se manifestaban por lo que las aguas se mantenían aplacadas.  A los cuatro minutos de viaje los cosmos bajaron a acompañar nuestro trayecto.

Fue en Chacahua la primera vez que varios de nosotros  presenciamos el fenómeno de la florescencia acuática.  Dejamos caer nuestros brazos, introduciendo las manos a las lagunas lo que generaba una estela de fluorescencia alrededor de ellas. Al encallar bajamos las backpacks rápidamente del bote, nos despedimos de los hijos de Hilde y antes de que se desaparecieran en el horizonte ya estábamos nadando en el reflejo de las estrellas.

Nuestro viaje cósmico terminó y nos encaminamos hacia donde creíamos estaba la playa, directamente opuesta a las lagunas. La caminata nos llevo a cruzar un pueblo muy parecido al de Doña. Hilde para después escupirnos sobre las maravillosas playas chacahuenses que se extendían por kilómetros formando una encantadora bahía virgen.  A lo lejos cruzando las tiendas de campaña; más cerca del mar, podríamos ver fogatas encendidas de donde nacía el ritmo de las percusiones. Había alrededor de cuatro fogatas prendidas a lo largo de la playa que reunían a los acampadores; algunos cocinaban, otros cantaban, había quien bailaba a los ritmos de quienes tamboreaban o quienes  simplemente disfrutaban de la calidez de la fogata.

Así se disfrutan las noches en Chacahua. La luz es proporcionada por las fogatas o reflejada desde los cielos como estrellas. Las pocas cabañas de madera que se han construido sobre las playas pertenecen a los locales quienes cuelgan sus hamacas entre las tiendas de campaña. La pesca del día se convierte en alimento de noche, los viajeros se reúnen a compartir sus historias rodeando a la madre fuego. El destello del océano pacifico abraza a sus comensales, pronto convirtiendo su flujo en lagunas serenas rodeadas de manglares

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