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“¿Quién chi+n%&@dO$ dijo eso?

Niños que dicen groserías

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Es sábado por la tarde y Dany y yo vamos a comer a la fondita cerca de casa (¡aaahhh, porque eso sí: yo no hago de comer en fin de semana!). Gore se quedó con su abuela desde el viernes, así que es una tarde de madre e hijo. Ya toda la mañana Daniel se la pasó jugando y viendo los programas que usualmente no ve cuando está su hermana. Pensé en quedarnos de fodongos en casa, pero justo ese sábado teníamos que salir a llevar a reparar los lentes de Gore, aunque antes haríamos la parada obligada a comer.

Llegamos y no había mesa disponible, así que nos tocó compartir con un venerable anciano acompañado de una joven dama. Al poco rato caí en la cuenta: ella era su enfermera. Me senté al lado del hombre y mi hijo con la chava. Dany me platica (poooor centéeeeesima vez) cómo le hace Buzz Lightyear, mientras noto que el señor de ochentipico años le ofrece de su plato de pasta a la crema. Dany se saca de onda, pero muy educadamente le dice: “No, gracias”. A mí se me inflan las plumas de pavorreal al ver el impecable comportamiento de mi crío.

Llega nuestra comida y mi hijo en su pose de caballerito, toma la cuchara y comienza a comer con moderación su sopita. Le sopla y sorbe de a poco. Yo hago lo propio. La enfermera le enfría la comida al señor y le dice: “Doctor, ya está bien, ya puede comer”. ¡Aaaahhh, es doctooooor! Supongo ha de ser de la colonia, aunque jamás lo había visto. Los señores de la fondita lo tratan con familiaridad y una de las chicas le lleva tortillas calientitas, “porque así le gustan al doctor Arturo”. “Maribel, ¿quieres que ya te sirva tu arroz?”, le preguntan a la enfermera. Ella asienta y para todo es “sí, por favor, muchas gracias”, muy educados, pues.

Dany derrama un poco de su sopa y me dice: “Mami, ¿mi pasias una sirvillieta, po favor?” “Por supuesto, querido hijo”… ok, no dije así, pero juro que escuché decir a mi lindo bebé “querida madre”: su educación no estaba en entredicho, al contrario, se estaba portando a la altura con dos desconocidos compartiendo mesa. Me enorgullezco. La enfermera Maribel ve de vez en cuando a mi hijo cuando él le dice que le gustan las “mantarrayias” y que tocó una en el acuario. El doctor Arturo le ofrece ahora un trozo de papa al horno con dos tiras de tocino que se me antojan más a mí. Daniel vuelve a declinar la oferta.

Justo en ese momento, el señor se acerca y me dice: “¿Cómo se llama el bebé?” “Luis Daniel”, le respondo hasta impostando la voz de orgullosa madre. “¡Qué bonito nombre!”, dice la enfermera, “está igual de bonito que tú”, le comenta mientras le acaricia una regordeta mejilla. Nadie, ni ellos ni yo, estábamos preparados para lo que sucedería a continuación. Pensé que mi hermoso bebé seguiría comportándose a la altura y respondería con un “gracias”. ¡Qué ilusa fui!

“¡Trágame tierra!”

Ante el piropo, Dani enarca una ceja, ve a la enfermera Maribel, al doctor Arturo y, alzando la voz, le responde muy dueño de sí: “No, yo no so bonito, yo so un pinshi guapo, así mi dice mi mamá”. ¡¡¡QUÉEEEEEE DIJISTEEEEEEEE!!! Maribel soltó una risita nerviosa, el mesero soltó la carcajada, el doctor Arturo como que fingió no escuchar y yo quería que me tragara la tierra. Cierto, lo reconozco: así le digo siempre, que para mí es el niño más “pinshi” guapo del mundo, obviamente me ha escuchado decir una que otra grosería pero nunca, nuuuuuunca una vulgaridad.

Quienes me conocen saben que cuando me enojo (lo cual es bastante seguido) se me escapa una grosería aquí y otra por allá, incluso cuando Gore estaba más chiquita y una fulana estuvo a punto de chocarme justo en la puerta donde ella iba sentada, no pude reprimir que de mis inocentes labios saliera el clásico: “FÍIIIIIIJATEEEEEE VIEJA PE&+$/A”. Pero en ese momento mi hija, mi SABIA hija de entonces 2 años y 10 meses me dijo: “Mami, no digas eso porque yo soy una esponjita que todo ‘acsorbe’ y lo puedo repetir”. Chin. Toda la razón.

Desde ese día he tratado de controlarme, pero mentiría si dijera que ahora grito: “¿PODRÍA TENER MÁS PRECAUCIÓN PARA NO CHOCAR SU VEHÍCULO CONTRA EL MÍO, GENTIL DAMAAAA?”. Obvio no. Sé que el ejemplo es poderosísimo y todo lo que yo haga o diga ellos lo imitarán. Por eso cuando recalcó la palabra y más el hecho de que yo SIEMPRE le digo así, quería que la tierra me comiera y me escupiera en algún lugar lejos de ahí.

Con toda la vergüenza del mundo ofrecí una disculpa y le pedí a Dany que ya no dijera eso. Maribel volvió a sonreír, pero el doctor Arturo se quedó muy serio. No justifico que mi hijo dijera una grosería, pero tampoco fue una vulgaridad de esas que los críos de hoy en día se saben y dicen como cualquier cosa. No sé cómo chi+n%&@dO$ se le ocurrió a Dany decir eso, yo que ya estaba pensando en ligarme al doctor Arturo. Ni modo, se me fue mi Sugar Daddy.   

 

 

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Aclaracion:

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